El coronavirus puede provocar afecciones coronarias hasta un año después del alta, según un estudio

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No es lo mismo no haber tenido COVID-19 que haber contraído la enfermedad y cursarla con pocos síntomas. Según un estudio publicado en la revista Nature, en el que se analizaron más de 12 millones de personas de los Estados Unidos antes de que comenzara la vacunación, quienes contrajeron COVID fueron más propensos a desarrollar afeccciones cardíacas y cerebrovasculares, hasta un año después de haber recibido el alta.

El artículo fue escrito por los investigadores Yan Xie, Evan Xu, Benjamin Bowe y Ziyad Al-Aly, del Centro de Epidemiología Clínica, Servicio de Investigación y Desarrollo del Sistema de Atención Médica de Veteranos St. Louis, en St Louis, estado de Missouri, EE. UU. Presentaron los resultados el 26 de septiembre pasado y el artículo fue aceptado el 7 de enero y publicado ayer, tras la revisión de pares.

“Más allá de los primeros 30 días después de la infección, las personas con COVID-19 tienen un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular incidente, que abarca varias categorías, incluidos trastornos cerebrovasculares, arritmias, cardiopatía isquémica y no isquémica, pericarditis, miocarditis, insuficiencia cardíaca y enfermedad tromboembólica”, indica el estudio.

Para llegar a esta conclusión se analizó la evolución clínica de 12.095.836 de personas, divididas en tres grupos. Los datos se obtuvieron de las bases de datos nacionales de atención médica del Departamento de Asuntos de Veteranos de Guerra de los Estados Unidos.

Lo que hicieron los investigadores fue un seguimiento de 12 meses de alrededor de 154.000 personas que tuvieron COVID-19 (entre el 1 de marzo de 2020 y el 15 de enero de 2021) y se recuperaron, y los compararon con otros dos cohortes: uno de personas que no tuvieron la enfermedad -durante el mismo período- y un tercer grupo de personas con similares características a los que contrajeron el virus y se recuperaron, a quienes se les revisó el historial clínico durante 2017.

“Estos riesgos y cargas fueron evidentes incluso entre las personas que no fueron hospitalizadas durante la fase aguda de la infección, y aumentaron de forma gradual según el entorno de atención durante la fase aguda: no hospitalizados, hospitalizados e ingresados en cuidados intensivos. Nuestros resultados proporcionan evidencia de que el riesgo y la carga de un año de enfermedad cardiovascular en sobrevivientes de COVID-19 agudo son sustanciales”, indica el artículo.

En el estudio, además, explicaron que se eliminó del análisis a las personas que iban recibiendo vacunas porque algunas se asociaban a casos de miocarditis como efecto adversos en un número muy pequeño de casos. “Debido a que algunas vacunas contra la COVID-19 podrían estar asociadas con un riesgo muy poco común de miocarditis o pericarditis, y para eliminar cualquier posible contribución de la posible exposición a la vacuna a los resultados de miocarditis y pericarditis en este estudio, realizamos dos análisis. Primero, eliminamos a los participantes de la cohorte al momento de recibir la primera dosis de cualquier vacuna contra la COVID-19. En segundo lugar, ajustamos la vacunación como una covariable variable en el tiempo. Ambos análisis se realizaron frente a los grupos de control contemporáneos e históricos. Los resultados sugirieron que COVID-19 se asoció con un mayor riesgo de miocarditis y pericarditis en ambos análisis”.

“TODOS LOS QUE TUVIERON COVID-19 DEBERÍAN HACERSE UN CHEQUEO TRAS EL ALTA”

“Lo más importante es que se trata de un estudio que relaciona la enfermedad cardio y cerebrovascular con personas que tuvieron COVID-19, incluso en pacientes leves”, dijo a LA NACION Oscar Mendiz, director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, y agregó: “Sabíamos, hace un tiempo, que teníamos problemas relacionados a la COVID-19 con fenómenos trombóticos o embólicos. Pero lo conocíamos más relacionado a la parte aguda o hiperaguda al cuadro. Todos vimos trombosis arteriales y venosas en pacientes jóvenes. Pero como tampoco tuvimos nunca un número muy elevado de pacientes internados por COVID-19 no pudimos hacer un estudio”.

El profesional luego recordó que comenzaron a ver cuadros en personas que, a pesar de no tener factores de riesgo, presentaban complicaciones luego de haber tenido COVID-19. “Por ejemplo, hubo un caso de una trombosis de ambas arterias ilíacas en una mujer joven, sana, sin factores de riesgo, pero que había tenido COVID-19 hacía poco tiempo. La mujer no tenía otra cosa para sospechar semejante cuadro que no sea un COVID largo. También tuvimos infartos en pacientes jóvenes sin comorbilidades. De vuelta, no podemos certificar que fue por la COVID-19, por eso se habla de incidenciales”.

“Ellos hicieron un análisis por ser sexo, por edad y por muchas otras variables y en todos los casos le da lo mismo. De los dos grupos de población que ellos analizaron, que uno fue antes de la época de Covid-19 y otro en el mismo tiempo, tenían más incidencia de estas patologías las personas que habían tenido el virus”, recordó Mendiz, y remarcó: “También se nota mucho la diferencia entre los que no estuvieron hospitalizados, los que sí y los que llegaron a terapia. Es decir, afecta más a los que tuvieron Covid-19 que a la población general, pero crece si estuvieron hospitalizados y más aún si llegaron a terapia”.

Ante la consulta de si una persona que tuvo COVID-19 debería hacerse chequeos cada tres o seis meses, el profesional respondió: “Todos deberían hacerse un chequeo tras el alta, pero sobre todo aquellas personas que han quedado con algún síntoma residual o alguna duda. También aquel que tuvo un cuadro un poco más grave o con persistencia de síntomas. Un chequeo mínimo y sobre esos resultados se ve. Tampoco hay que pasar a todas las personas por una resonancia magnética”

FUENTE: Fundación Favaloro

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