Desde el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, el coordinador de la unidad de ictus, el neurólogo Antonio Cruz Culebras, explica a EFEsalud que este Código se activa desde que el paciente avisa a los servicios de emergencia. Éstos detectan si hay una sospecha razonable de ictus, y si es así lo trasladan al hospital, al que avisan previamente para que una vez llegue, esté todo preparado.
Una vez en el hospital comienza otra fase del proceso, donde se le realizan las pruebas pertinentes para conocer el alcance del ictus, tratarlo o intervenir al paciente, si es necesario.
Una emergencia “tiempo-dependiente”
Todo tiene que estar perfectamente coordinado para no perder ni un segundo porque el ictus es una emergencia “tiempo-dependiente”, señala Cruz Culebras.
En todas las comunidades autónomas existe el Código Ictus. Una vez que el paciente avisa, a los 35-40 minutos ya está en el hospital. Y antes de una hora ya se le han puesto los primeros tratamientos.
“Hay ventanas de tiempo para tratar a los pacientes, pero sabemos que cada minuto se pierden dos millones de neuronas. Hay que hacerlo lo antes posible para la persona que tiene la desgracia de tener un ictus, cuente con muchas más posibilidades de salir bien del proceso”, apunta Cruz Culebras.
En el hospital se le realizan varias pruebas, entre ellas de imagen, para descartar si es un derrame cerebral, que se da en un 15 % de los casos, afirma el neurólogo. En el 85 % restante el ictus se ha producido a causa de un trombo, que hay que disolver con los tratamientos trombolíticos disponibles, o extraerlo.
“La mayoría de personas que ingresan, venturosamente, no tienen esta oclusión de gran vaso sino por una oclusión menor o un cuadro transitorio o un ictus que llamamos menor, que es de menor gravedad”, afirma Cruz Culebras.
Cuando hay que intervenir
En el caso de que haya que extraerlo, entran en juego los neurorradiólogos intervencionistas -realizan técnicas de cateterismos en las arterias de la circulación cerebral-, como el doctor José Carlos Méndez Cendón, del Ramón y Cajal.
“La técnica que hacemos en el ictus se llama trombectomía, que ha revolucionado considerablemente el pronóstico en los pacientes, quienes hace poco menos de 20 años dos tercios de ellos morían o quedaban gravemente discapacitados”, señala a EFEsalud Méndez Cendón, coordinador de Neurorradiologia Intervencionista del hospital.
Ahora, con la trombectomía se ha invertido el diagnóstico y más de dos tercios sobreviven sin secuelas o con mínimas señales.
Se trata de un cataterismo, generalmente desde una arteria de la ingle, a través de la circulación y hacia las arterias del cerebro. Una vez llegado hasta allí, todo ello guiado por rayos X, se extrae el coágulo que está interrumpiendo la circulación en el cerebro.
Y no todos los que sufren estos trombos son candidatos a este tipo de tratamiento, señala el neurorradiólogo intervencionista.
“El paciente tiene que llegar lo más pronto posible al hospital y comprobarse mediante un TAC cerebral que no hay un daño permanente en la zona de cerebro afectado, porque si lo hay, ya no es candidato”, abunda el experto.
A veces la intervención es más compleja y puede requerir maniobras para dilatar la arteria e implantar un stent. Pero también técnicas incluso más complejas.
La duración de la trombectomía puede variar en función de la complejidad del caso, si bien el promedio es de cerca de una hora, aunque en ocasiones se puede demorar hasta tres.
Una unidad específica
Y los pacientes de ictus permanecen en una unidad específica en el Ramón y Cajal, con un equipo especializado compuesto por distintos profesionales.
Silvia Morel es la enfermera supervisora de Neurología. Cuenta a EFEsalud que la función de estas profesionales sanitarias es la de recepcionar al paciente y aplicar los protocolos de cuidados “para no perder ni un minuto en todo el proceso”.
“Los cuidados que aplicamos nosotras en la unidad de ictus son básicamente monitorizar al paciente de una forma externa, con telemetría, con tensión, con saturación y luego aplicamos también protocolos de disfagia para evitar la complicación por aspiración que son frecuentes en los ictus. Controlamos también las glucemias y la temperatura”, entre otras funciones, explica Morel.
Y todos estos protocolos, continúa Silvia Morel, hacen que disminuya alrededor de un 16 % la mortalidad y discapacidad por la actuación enfermera en las unidades de ictus.
En esta unidad, el paciente suele permanecer entre 24 y 48 horas, tiempo en el que las enfermeras cuidan de que el paciente no sufra alguna otra complicación en su estado.
Los pacientes
Miguel tiene 52 años y es uno de los pacientes que se encuentra ingresado en esta unidad del Ramón y Cajal, que cuenta con cinco camas. Lleva ingresado menos de 48 horas y su ictus lo han tratado con fármacos, no ha sido necesaria la intervención.