En medio de la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, un hipotético hermano SARS-CoV-3 podría estar ya agazapado en la naturaleza a la espera de un próximo ataque a la humanidad. Un análisis genético de cientos de nuevos coronavirus encontrados en murciélagos de China alerta de que algunos de ellos tienen “un alto potencial de transmisión entre especies” y apunta al “probable origen” del propio SARS-CoV-2 en una especie regional de murciélagos de herradura.
“Hay una enorme diversidad natural de estos coronavirus”, advierte el ecólogo boliviano Carlos Zambrana, de la EcoHealth Alliance, una organización internacional con sede en Nueva York dedicada a investigar las enfermedades emergentes que surgen de la fauna salvaje y amenazan a la humanidad. Su equipo, en colaboración con el Instituto de Virología de Wuhan, analizó más de 1200 secuencias genéticas de coronavirus encontrados en murciélagos, 630 de ellas nuevas, y confirmó que “el suroeste de China es un centro de diversificación” de estos virus. Allí se da una tormenta perfecta: una gran cantidad de especies de murciélagos —cada una con sus virus característicos—, una alta densidad de población humana y un constante contacto entre personas y animales que incluye cazar y comerse los murciélagos.
“Es muy probable que veamos nuevas pandemias en el futuro”, opina Zambrana. Su organización está en la mira de la administración de Trump por colaborar con el Instituto de Virología de Wuhan, acusado sin ninguna prueba de haber fabricado el SARS-CoV-2 en sus laboratorios. El nuevo estudio lleva la firma de Shi Zhengli, una reputada viróloga china —conocida como “Batwoman” por sus pioneros trabajos con murciélagos— que sufrió una campaña de acoso tras ser señalada como “la madre del demonio” en las redes sociales chinas. “Es una lástima que científicos que están tratando de salvar nuestras vidas estén recibiendo amenazas”, lamenta Zambrana.
El propio Donald Trump anunció el 17 de abril en la Casa Blanca que cortaría la financiación a la EcoHealth Alliance por trabajar con los virólogos chinos. La organización recibió más de tres millones de dólares desde 2014. El pasado 21 de mayo, 77 científicos estadounidenses ganadores del Premio Nobel escribieron una carta al Gobierno de los Estados Unidos para denunciar que esta decisión de Trump “priva al país y al mundo de una ciencia de gran prestigio que podría ayudar a controlar una de las mayores crisis sanitarias de la historia reciente y otras que podrían surgir en el futuro”.
La organización EcoHealth Alliance participa en el Proyecto Viroma Global, una iniciativa lanzada en 2016 para intentar anticiparse a los 500.000 virus animales desconocidos que, según calculan, podrían ser capaces de saltar a los humanos. El nuevo análisis genético, un borrador pendiente de su publicación en la revista especializada Nature Communications, apunta a los murciélagos de herradura como principal reservorio de virus similares al SARS, otro coronavirus hermano del actual que surgió en 2002 en China y mató a unas 800 personas. Los coronavirus de murciélagos también son sospechosos de ser los progenitores del virus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), un patógeno letal identificado por primera vez en Arabia Saudí en 2012 que infecta a los humanos a través de los dromedarios.
El equipo de científicos de la EcoHealth Alliance y el Instituto de Virología de Wuhan tomó muestras de miles de murciélagos de una quincena de provincias chinas entre 2010 y 2015. “Cuando atrapamos un murciélago, casi siempre da negativo a coronavirus. Para encontrar un positivo tenemos que muestrear cientos”, explica Zambrana. Los científicos no analizaron el genoma completo de cada virus, así que las 630 nuevas secuencias genéticas publicadas ahora no se corresponden necesariamente con 630 nuevas especies de coronavirus, aunque el ecólogo boliviano cree que posiblemente se trata de “cientos” de patógenos desconocidos hasta ahora.
Los virus causantes del SARS, el MERS y el COVID-19 pertenecen a un grupo específico de coronavirus, denominado betacoronavirus. El nuevo análisis, sin embargo, sugiere que es otro grupo, el de los alfacoronavirus, el que tiene una mayor facilidad para saltar entre especies. Los autores urgen a implantar programas de vigilancia que busquen nuevos coronavirus en las poblaciones de murciélagos del sur de China, pero también en países limítrofes, como Myanmar, Laos y Vietnam. “No hay que culpar a los murciélagos. Son fantásticos para los ecosistemas. Si te gusta el tequila tienes que dar gracias a los murciélagos, porque son los polinizadores de la planta con la que se hace el tequila”, subraya Zambrana, preocupado por la estigmatización de los mamíferos voladores. Las autoridades de Perú tuvieron que pedir en marzo respeto por los murciélagos después de que algunos habitantes de un pueblo andino prendieran fuego a una colonia al vincularla equivocadamente a la pandemia de COVID-19.
“Los beneficios que aportan los murciélagos a los ecosistemas son, de lejos, mucho mayores que los posibles riesgos: polinizan las plantas, controlan las plagas de la agricultura y se comen toneladas de mosquitos que nos transmiten enfermedades, como la malaria, el dengue o el zika”, coincide el zoólogo Javier Juste, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), en Sevilla. Tras el brote de SARS en 2002 y 2003, Juste y otros científicos fueron en busca de coronavirus en murciélagos de España. Encontraron 14 alfacoronavirus y betacoronavirus en más de medio millar de animales analizados. “Se encontraron muchos coronavirus en murciélagos porque se dedicó mucho esfuerzo a buscar en estas especies, pero hay grupos enteros de mamíferos en los que nadie mira”, advierte Juste. “Los murciélagos no son el reservorio del virus de esta pandemia. Eso es falso. El virus SARS-CoV-2 no apareció en los miles de murciélagos analizados”, destaca.
El coronavirus conocido más similar al causante del COVID-19 es el RaTG13, identificado en murciélagos de herradura de la provincia china de Yunnan. Los dos virus comparten el 96% del genoma y se calcula que divergieron de un ancestro común hace más de 50 años, según el genetista Rasmus Nielsen, de la Universidad de California en Berkeley. Ambos patógenos se parecen “más o menos como una persona y un cerdo”, en palabras de Nielsen. El virólogo Juan Emilio Echevarría, de la Asociación Española para la Conservación y el Estudio de los Murciélagos (SECEMU), también participó en la búsqueda de coronavirus en España y coincide con su colega. “Se está confundiendo el origen evolutivo del virus, que según la principal hipótesis probablemente está en los murciélagos de herradura, con el origen epidemiológico de la pandemia, con la fuente de infección del primer caso humano de COVID-19, que se desconoce”, opina Echevarría.
“El animal que transmitió el SARS a los humanos fue la civeta en un mercado de Guangdong. El reservorio conocido del MERS es el dromedario. En el caso del COVID-19 se desconoce. No se documentó ni una sola transmisión de un coronavirus de murciélago a personas”, recalca Echevarría. A su juicio, concentrarse en los murciélagos “desenfoca la búsqueda de la fuente de las pandemias en otras especies de fauna silvestre”. Algunos expertos, como el virólogo alemán Christian Drosten, señaló a las granjas peleteras chinas, con miles de animales hacinados que facilitan la evolución de los virus, como posible origen de la pandemia. Echevarría recuerda que un comité científico de Eurobats —el acuerdo europeo para la conservación de los murciélagos— recomendó extremar las precauciones en las cuevas para evitar la transmisión del SARS-CoV-2. “La razón es la contraria a la que tenemos en la cabeza: el temor es que los humanos podamos contagiar el virus a los murciélagos, no al revés”, remacha.
FUENTE: elterritorio.com.ar